Banderas y pendones, muchos pendones

 

Las banderas son un símbolo para quien las vea como tal. Una bandera es una forma de identificar a un grupo de personas que habitan iba a escribir “ocupan” pero con tanto soplador de vidrio hay que ser preciso un territorio. Ese es el estatuto ontológico de una bandera. Ahora bien, desde el punto de vista estético las hay más agraciadas y menos; aquí entran los gustos, múltiples y subjetivos. Las banderas son universales: las tienes en los chinos bien baratas y de distintos tamaños. A veces, incluso tienes las de dos países en uno o de países imaginarios.

A mí me agradan las banderas. No se puede charlar con ellas, pero dicen muchas cosas, son sumamente elocuentes, mucho más que los que las suelen tremolar. Sin embargo, gustándome los rectángulos simbólicos de colorines, me llena mucho más de felicidad el uso que de ellas se hace en España. Sobre todo, cuando llega un día como el de la Hispanidad, otrora de La Raza, y te encuentras publicaciones genéricas con la siguiente estructura: una ristra de males de España los cuales lo incapacitan a uno para poder sentirse orgulloso de España. Y me parece estupendo, en ese punto estoy de acuerdo, aunque podría emplear otro día. Eso sí, el autor del mensaje tiene un problema distinto del que denuncia, porque a la vez que dice “nada que celebrar” pone la bandera de la España republicana. Luego su problema no es con España sino con su bandera, porque la bandera que enarbola sigue siendo del mismo país, España. Y esos mismos males, sintiéndolo mucho, con la República existían ya y posiblemente nunca desaparezcan. Esa bandera de franja morada es también de España, solo que con una forma de gobierno diferente, una sutileza formal. Me cuesta comprender el porqué del empleo de esa bandera, usada como si fuera de un país diferente. España será España tenga la bandera que tenga y los problemas serán los mismos. Y no es el día de la Hispanidad un día para regurgitar desgracias, calamidades y otros padecimientos españoles. Lo es para ensalzar lo bueno que tenemos, verbigracia, el idioma que compartimos con nuestros compadres hispanohablantes.

Si crees que no tienes nada que celebrar no saques la bandera. Y si no sabes qué tienes que celebrar, tú tampoco lo hagas. A fin de cuentas, a las banderas le podrían dar por el culo: son un trozo de tela que ni se come ni tapa el frío —lo primero es obvio y lo segundo lo he comprobado—. Y si me gustan es porque algunas son realmente bellas y porque comprendo la función que pueden llegar a ejercer en una sociedad. Pero aquí pocos entienden aunque sea algo, y lo que es peor: a pocos les duele España, duelen más las banderas. 

En suma, aquí en España no sobran banderas, sobran pendones enredándose en ellas.

 

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