La puñetera memoria es poco persistente, al menos para lo que le interesa. Olvida pronto algunas cosas y se aferra a otras con cerrilidad. En puridad, lo entiendo. Guarda a fin de cuentas lo positivo y tiende a limar todo aquello negativo que vivimos tiempo atrás. Está bien, claro que sí, si no sería imposible cargar con el peso de tanta vicisitud. Pero, como bien conoce Muñoz Molina, no deja de ser puñetera.
Ahora estamos bien para con la
pandemia. Bien, después de miles de muertos y millones de enfermos, muchos de las cuales siguen convalecientes, arrastrando secuelas. Sin
embargo, estamos bien, seamos francos. La vacunación ha ayudado muchísimo,
junto con otros factores, lo quieran ver o no un puñado de gilipollas tan ruidosos
como estúpidos. Y estamos bien. Hoy. Dentro de lo que cabe. Pero yo conservo la
memoria. Me dejo arrastrar por la inercia de la vida que parece renacer, como
tanto gusta declamar a los fascistas de verdad, aunque conservo una
preocupación interna, un runrún incesante en la conciencia. No olvido, ahí la
memoria no me ha doblegado. Y creo que hago bien manteniéndola a raya: caer de
nuevo en la inmortalidad sería un error terrible, pueril e irresponsable. No conmigo,
sino con la sociedad. Vivo, hago mi vida lo más normal posible, pero no se me
borra de la cabeza que hace un año o menos apenas se podía hacer nada. Iba a
clase desde casa, en línea, no se podía salir a la calle más allá de las diez o
las once, nada de deporte, etcétera. Todo ello fue ayer. Y ya es hoy y se puede
hacer una vida completamente diferente a aquella, conservando tan solo las
mascarillas con respecto a la vida pre-COVID. Pero no me puedo permitir olvidarlo. Por lo
que pueda pasar. Las contingencias son parte de la vida, por eso dije en su día
que hay que llevar la monedita en el bolsillo.
Igual que la memoria no debe perderse
como ella quiere, selectivamente, tampoco podemos terminar cayendo en una
enfermedad. Ser conscientes de que la desgracia está agazapada, a la vuelta de
la esquina es fundamental, mas no obsesionarse de que en cada instante va a
ocurrir. Porque solo ocurrirá en uno y no habrá nada que hacer. Ay, memoria,
qué jodida eres. Ten misericordia de nosotros o tendremos que aleccionarte.
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