Éxito

 El otro día escuché una historieta de Pablo Motos. Contaba que, de joven, por las mañanas trabajaba en una radio local, y por las tardes en un hospital, limpiando. Cuando iba a la radio llevaba un maletín vacío, relata,  comprado especialmente para, junto con el traje, ofrecer la impresión de hombre exitoso. Sin embargo, limpiando los cristales en las tardes se encontraba con los individuos a los que recibía con lustre por las mañanas. Y la conclusión que saca de todo esto es que por las mañanas triunfaba y por las tardes fracasaba. 

Me da pena que piense así, que supedite el éxito a un trabajo, a un status. De hecho, le voy a corregir: por las mañanas aparentabas y por las tardes trabajabas con vergüenza en un trabajo como cualquier otro. ¡Ay, apariencias, espejos cóncavos! Pero qué esperar, más allá de un exitoso según su idea de éxitopresentador, de un mundo que vive de la fachada. Esto me recuerda a la maravillosa metáfora de las casas señoriales de Sevilla o Jerez, por ejemplo, que brillantes por fuera están sujetas por gigantescos armazones de metal para que no se vengan abajo con sus blasones, sus balcones y su decadencia oculta. 

El éxito lo concibo de otra manera. Para mí el éxito es, sobre todo, vivir dignamente. La palabra dignidad es otra olvidada. Seré breve para dar esta idea: en su obra, Kant distingue entre lo que tiene precio y lo que tiene dignidad. Creo que no puedo ser más elocuente. Pero voy a poner un ejemplo propio. Durante el curso voy a la Universidad como un alumno más, e intento aprender. Y no me siento superior a quien no va. En el verano voy al campo, y delante de los olivos no me siento fracasando, sino que me encuentro haciendo una labor tan digna como cuando piso la facultad. ¡Faltaría más!, pienso. Sin embargo, veo que no todo el mundo lo percibe de la misma manera. Ya han leído la historieta. El éxito está en saber beber en vasos de plata como en los de barro. Así le hizo entender Séneca a Lucilio en sus cartas. Ser exitoso significa ser consciente de quién es uno, de dónde viene y a dónde va y cómo pisa sobre ese camino. Vanagloriarse o sentirse avergonzado por nuestra posición es la mayor bajeza moral que puede alcanzarse. Eso sí que es triunfar, ser un número uno, pero por abajo. No hay que darse importancia ni quitársela, ya saben lo que opina Keynes del largo plazo.

En esta vida, éxito es vivir conforme a unos principios, o como se dice en mi tierra que mañana celebra, ser buena gente. 

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