Si uno recorre siempre el mismo
camino, ¿qué ocurre? Pues que ve siempre lo mismo, es una obviedad. O tal vez
no. Puede recorrer el mismo camino, pero mirándolo con otros ojos, desde otro
punto de vista. Se puede uno poner unas gafas para recorrerlo —los
miopes lo agradecerán— o comerse una albóndiga psicotrópica, estupefaciente o como
se diga. De esta forma, y al menos por una vez —no sabemos si sobreviviría a
la nitidez de la realidad o a la malsana ingesta—podría obtenerse una visión
distinta del mismo camino.
Algo parecido me ha pasado a mí
desde que leo mis artículos en la radio, en Onda Puebla. Sin ir más lejos, desde
que puse en el aire el primero comencé a sentir cierta aprensión. Una especie
de vergüenza, fíjense qué sensación; pero no por el hecho de leerlos, no sería
entendible, sino que el sentimiento era provocado por lo que dicen y, sobre
todo, por cómo lo hacen. Es algo que nunca me he planteado, o no con tanta
intensidad y dándole un cierto grado de relevancia en mi conciencia. Nunca me
lo había tomado así hasta aquella primera locución. Pero, emergida la inquietud,
me puse a pensar en ello. Pensé en si sería porque cuando los escribo, percibo
que guardan una cierta distancia con mi yo, noto perfectamente como es mi alter
ego quien los publica, y que al leerlos ambos se fusionan, evaporándose esa
distancia de seguridad —no la de metro y medio, esta es otra—.
Y como pensé en esto, he buscado un porqué o un para qué, o simplemente lo he
encontrado a través de esta experiencia, tropezándome con él, cuando este ha
estado ahí desde el principio.
Y entonces, me poseyó el espíritu
de Arquímedes, solté la archiconocida interjección y me fui a releer aquel texto:
Manual para entender mis artículos. Y hallé
las respuestas —consuelo— que buscaba. En mis escritos, el quid está
en lo que pretende transmitir. Segunda obviedad de este domingo. Pero es que no
cabe otra respuesta, los medios —que intento justificar en estas líneas— usados
son para alcanzar el fin. Tuneando la frase del instructor de príncipes, lo que
quiero decir es que si el registro es uno determinado, que pueda resultar
desagradable, pedante o incluso censurable, es porque lo considero el recurso
más adecuado para cosechar lo que pretendo, que no es más que hacer reflexionar
al lector. Por tanto, no se me enfaden si algún domingo han leído o, desde hace
unas semanas, han escuchado algo que les ha podido hacer que rechinen los
dientes morales —obsérvese que juego de palabras para disléxicos— sepan a qué
se debe. Y sobre todo, sean capaces de separar al que está subido al cadalso de
quien ingresa grandes sumas por cada articulo en su cuenta corriente. Dicho de
otra forma: reflexionen un poco si
quieren tras leerme y si no, por favor no me busquen para zurrarme. Gracias.
Si todo ha quedado claro, hasta aquí
llega la revisión del manual para entender mis artículos. Queda el manual
actualizado. ¡Y Dios no les de paz y sí gloria!, que diría un pobre Miguel.
No hay comentarios:
Publicar un comentario